viernes, 22 de marzo de 2013

La Television Altera las Ondas Cerebrales

Casi todos sucumbimos a la seducción de sus encantos. En algunas ocasiones nos hace disfrutar, pero hay veces en las que las contemplamos casi con la mente en blanco, sin que sepamos bien que es lo que nos mantiene pegados a la televisión. Sin embargo, existe una razón. Este inocente electrodoméstico que, sin darnos cuenta, se ha convertido en el centro de nuestros hogares, posee un potencial adictivo al de cualquier droga química.

Nuestro programa genético básico nos induce a la búsqueda del bienestar. Por ello, cuando nos encontramos con una experiencia gratificante tendemos por instinto a repetirla. Es lo que se denomina "refuerzo positivo" un recurso muy utilizado en el entrenamiento de animales y hasta en educación infantil. Se ha demostrado que el refuerzo positivo es mas eficaz que el negativo (los castigos) para modificar el comportamiento animal. Cuando la búsqueda de la gratificacion se exagera, supera el control de la voluntad, presentándose la adicción.

Aunque a muchos les pueda parecer excesivo, la televisión cumple las condiciones para volverse un agente adictivo. Jerry Mander, director del Grupo de Estudios Ecológicos de Berkeley, afirmaba en su libro Cuatro buenas razonas para eliminar la televisión, que este aparato es un agente embriagador visual que lleva al espectador a un estado hipnótico y puede reemplazar el conocimiento del sujeto con los contenidos que aparecen en la pantalla.

Cuando uno comienza a ver la televisión, el grueso de la actividad cerebral salta automáticamente del hemisferio izquierdo del cerebro al derecho. Pero además aparece una alteración neurológica que provoca que la actividad de este hemisferio se acelere por encima de su ritmo normal, algo que fue comprobado experimentalmente por el doctor Herbert Krugman, quien también descubrió algo mucho mas grave: este proceso lleva aparejada la segregación por parte del cerebro de una gran cantidad de beta-endorfinas, un proceso neurologico que acompaña a un gran numero de adicciones. Las endorfinas son sustancias generadas por nuestro organismo y cuya estructura y efectos sobre el cerebro son similares a los opiáceos.

Las endorfinas son el vehículo de la felicidad, la euforia, el placer y proporcionan alivio contra el dolor. Son hormonas que actúan sobre el sistema nervioso y nos proporciona bienestar. Desde su descubrimiento, se han llevado a cabo numerosas investigaciones sobre su acción en el sistema nervioso central, llegándose a la conclusión de que gracias a ellas sentimos todas las sensaciones que catalogamos como positivas. Las endorfinas han sido calificadas por muchos como la "química de la felicidad".

La parte negativa es que las endorfinas que se generan cuando vemos la television provocan un síndrome de abstinencia similar al de otras drogas, algo que ha podido comprobarse experimentalmente privando a un grupo de personas de su ración diaria de televisión. En 1975, un grupo de sudafricanos fue privado de la televisión durante un mes. El síndrome de abstinencia fue tan fuerte que una gran mayoría abandono el experimento una semana después de su inicio. Los que aguantaron sufrieron diversos grados de depresión.

Mas significativo fue un experimento realizado en Alemania. 182 personas se comprometieron a dejar de ver la televisión durante un año compensandoles economicamente. Nadie llego al final del experimento. Seis meses después se daba de baja el ultimo participante con síntomas como depresión, crisis de ansiedad, irritabilidad...La televisión posee un poderoso efecto adictivo, basado en la profunda alteración que ejerce sobre nuestra química cerebral.

La televisión causa hoy en día una adicción que muy pocas personas logran superar, ya que no esta considerada como un vicio sino como una experiencia compartida. Nos muestra un mundo prefabricado en el que el espectador participa solo mirando, sin utilizar su intelecto activamente. Por ello, el contenido cultural y de valores de la sociedad se ha venido resintiendo con el tiempo, ya que la televisión nos entrega imagenes de diversión superficiales, aderezadas con una serie de valores transgredidos que entran en conflicto con el proceso de socializacion de los jóvenes.

Cuando uno comienza a ver la tele, las zona superiores del cerebro -la corteza- frenan drasticamente su actividad cediendo protagonismo a zonas mas profundas, como el sistema límbico, cuyos procesos generalmente se encuentran fuera del rango de la consciencia. El sistema límbico esta formado por partes del tálamo, hipotálamo, hipocampo, amigdala, cuerpo calloso, septum y mesencéfalo. Constituye una unidad funcional del encéfalo que se ha mantenido inalterada a lo largo del proceso evolutivo y en ella moran nuestras reacciones mas primarias como los reflejos, los comportamientos instintivos y los sentimientos primitivos como el miedo o la agresión. Esta zona del cerebro es la primera en activarse cuando nace un ser humano. Su forma de interactuar con la realidad es completamente infantil. Programa la percepción en un rígido encasillamiento dividido en cosas buenas (hacia las que se siente atraído) y cosas peligrosas (de las que huye o a las que ataca).

Una de las particularidades mas interesantes del sistema límbico es que no tiene capacidad de distinguir las imagenes televisivas de las reales, y reacciona ante los estímulos de la pantalla segregando las hormonas que corresponderían a experiencias autenticas. Otro de los peligros inherentes a la sobreestimulacion de esta parte del cerebro es que su empleo excesivo puede atrofiar algunas funciones cognitivas superiores con sede en la corteza cerebral. La consecuencia mas clara de esto es que, a un mayor dominio de las regiones inferiores del cerebro, la persona se va convirtiendo en un ser progresivamente hedonista, se va embruteciendo.

la televisión simplifica el mundo sensible reduciéndolo al dominio de la vista. Es interesante hacer notar que las imagenes que vemos no se forman en la pantalla, ya que el haz de electrones del tubo de la imagen ilumina un solo punto por vez, recorriendo la pantalla a una velocidad rapidísima que, según la calidad del aparato, puede alcanzar las cien veces por segundo. Por tanto, las imagenes televisivas se forman en la mente del espectador. Esta característica de la imagen televisiva le da una calidad hipnótica y sumamente apta para provocar interrupciones en los circuitos mentales, anulando los circuitos de discriminación del hemisferio izquierdo del cerebro, tal como demostraron las investigaciones de krugman. La información pasa a ser interpretada por el hemisferio derecho. Dicho de otra forma, cuando estamos sentados frente al televisor somos mas fáciles de convencer.

Nuestro hemisferio derecho tiende a dar respuestas emotivas a los estímulos. Así, ante la pantalla podemos aplaudir planteamientos que, si los leyéramos escritos en un periódico nos parecerían insustanciales. Los veteranos de los debates televisivos saben que no tiene por que triunfar el argumento mas convincente, sino que, por lo general, obtiene el favor del publico el contertuliano que defiende su postura con mayor vehemencia y "trasmite mejor" su mensaje. Gran parte del fracaso de los argumentos inteligentes en televisión se debe a que el telespectador retiene una porción muy escasa de la información que recibe. Un proyecto de investigación realizado por Jacob Jacoby, psicólogo de la Universidad de Purdue, descubrió que, de 2.700 personas entrevistadas, el 90% entendía mal cosas tan simples como los anuncios o las comedias de situación.

Por otro lado, actividades como la lectura o la escritura registran altos índices de comunicacion entre ambos hemisferios cerebrales, mientras que las personas que son observados mientras están contemplando la televisión presentan una casi total ausencia coordinada entre las dos partes del cerebro. La televisión posee el mismo potencial adictivo y enajenador de muchas drogas convencionales. Pero existe una diferencia que la convierte en diferente en el terreno de las adicciones. Generalmente, asociamos la droga a circunstancias que afectan negativamente a la socializacion del individuo. pero la televisión, según la óptica occidental, es una pieza clave. No solo se ha convertido en el "gran hermano" que dicta los términos del consenso social, sino que gracias a su cualidad hipnótica es el medio mas poderoso de la publicidad actual, motor de la sociedad  de consumo, podemos considerar a la televisión como la mas poderosa herramienta de ingeniería social del hombre.

Para rastrear comportamientos y emociones en la vida normal, en lugar de usar el artificio del laboratorio, los doctores Kubey y Csikszentmihalyi utilizaron el Método de Muestreo de Experiencias (Experience Sampling Meted). Los participantes llevaron consigo un dispositivo localizador para llamarles entre seis y ocho veces al día, cuando oían el beep, anotaban lo que estaban haciendo y como se sentían. Las personas que veían la televisión cuando fueron requeridas describían estados relajados y pasivos. De forma similar, sus electroencefalogramas mostraban menor estimulación. Pero la sensación de relax terminaba cuando se apagaba la tele, aunque los sentimientos de pasividad y reducción de la alerta continuaban mucho después.

Estas investigaciones, y mucho antes las de Thomas Mullholland, tuvieron una gran repercusión en la industria televisiva y en la de la publicidad. Este descubrimiento hizo que los "cerebros" de Madison Avenue se dedicaran a la producción de anuncios para sacar provecho de ese estado. Fue la época en que la publicidad comenzó a construir campañas destinadas a asociar el producto anunciado con sentimientos agradables. Así, la visión del producto en la tienda haría que el consumidor rememorase inconscientemente la agradable sensación del anuncio para inclinarse a la compra. Lo mas terrible de esta forma de publicidad es que funciona mejor cuanto menos atención se presta al anuncio.

La verdad es que la televisión es el sueño de cualquier propagandista: un aparato susceptible de ejercer una forma de control mental y que genera adicción. La televisión, como el resto de las drogas, nace del deseo humano de evadirnos de una monótona realidad, de un deseo que acaba cargándonos con las cadenas de una exclavitud menos evidente pero igual de opresiva. ¿Merece la pena pasar tanto tiempo frente al televisor que, para colmo, altera nuestra capacidad de percepción de la realidad?

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