lunes, 15 de abril de 2013

La Quimica Espiritual

Todo es energía. Ya hace miles de años lo aseguraban los textos sagrados de la India, los Vedas. Así lo puso de manifiesto Albert Einstein con su famosa ecuación E=mc2, relacionando materia y energía, acercando así la ciencia occidental a aquel saber milenario. Sin embargo, en 1867, sir William Thomson, Lord Kelvin, diseño un experimento para demostrar que los átomos son vórtices energéticos, adelantándose así en medio siglo al genial físico austriaco y, de paso contradiciendo el concepto mewtoniano según el cual los átomos son partículas solidas.

Su modelo influyo en la descripción de la partícula elemental indivisible propuesta por el medico norteamericano Edwin Babbitt en su obra de 1878 Los principios de la luz y el color. Para el, el átomo es una estructura con forma de corazón atravesada por un conducto que denomino ligo tube. A la parte superior la llamo "vórtice", y a la inferior, "torrente". Según este científico, la fuerza vital entra en el átomo por el vórtice -polo negativo- y, antes de salir por el torrente -polo positivo-, recorre toda una serie de espirilas que provocan cambios de color que recorren todo el espectro luminoso.

David Tansley, autor de Mensajeros de la luz, asegura que Babbitt era un profundo conocedor de las características de la energía vital del Universo -el llamado prana oriental- y, aseguraba, estaba facultado para acceder a ciertos secretos de la Naturaleza gracias a su capacidad de penetrar en los mundos sutiles. En este sentido, Babbitt explicaba que los colores se forman cuando una espirila tiene el grado exacto para reflejar o repeler el éter constitutivo de un determinado color.

Los teósofos Annie Besant, Charles W. Leadbeater y Curuppumullage Jinarajadasa, celebraron en agosto de 1885 una singular reunión. Tenia por objeto procurar visualizar el átomo utilizando la facultad psíquica de la clarividencia, lo que según Besant y Leadbeater podía ser posible, porque la concepción del observador sobre si mismo puede reducirse a tal extremo que los objetos que normalmente parecen pequeños se agrandan. En este caso, debido a su rápido movimiento, era necesario emplear una cualidad especial capaz de frenarlos suficientemente y, de este modo, observar sus detalles. Catorce años después de sus experimentos Annie Besant aseguro que dos de los clarividentes lograron visualizar los átomos del hidrógeno, oxigeno y nitrógeno, comprobando que contienen un numero variable de partículas comunes en forma de corazón, contabilizando 18 para el hidrógeno, 290 para el oxigeno y 261 para el nitrógeno.

Estas partículas comunes resultaron ser indivisibles y los teósofos las bautizaron con un nombre de inspiración jainista, anu. Tras observar varios átomos, Besant y Leadbeater llegaron a la conclusión de que Babbitt estaba en lo cierto en su proposición, excepción hecha de la siguiente salvedad: " Las ilustraciones de combinaciones atómicas son totalmente erróneas y confusas, aunque si se elimina el conducto 'ligo tube', que atraviesa el centro del átomo sin combinarse, se puede considerar que el modelo es correcto y da idea de la complejidad del universo físico".

A nivel cuantitativo, los investigadores propusieron una nueva forma de averiguar el peso atómico de un elemento, que en su proposición se obtendría dividiendo por 18, tomando como referencia las partículas comunes en forma de corazón del hidrógeno, el numero de anus. Una vez efectuados los cálculos, los resultados obtenidos coinciden con los atribuidos a cada elemento de acuerdo a las tablas oficiales, lo que confirma la validez de las presunciones de Besant y Leadbeater basadas en la clarividencia.

Ch. W. Leadbeater afirma que el átomo físico ulterrimo o anu no es mas que la manifestación de una energía así ubicada y mantenida por Dios. Ahora bien, del esfuerzo de la voluntad divina depende totalmente la cohesión entre las burbujas que la forman, de tal manera que si Dios retirara su voluntad por un instante, se separarían y el mundo físico dejaría de existir. Por lo tanto, la voluntad divina mantiene la cohesión entre los átomos y no penetra dentro de ellos, sino que surge de su interior procedente de dimensiones superiores. Lo mismo ocurre con la energía vital que surge del seno del átomo acompañada de la energía que lo mantiene en cohesión, en vez de penetrar en el desde el exterior, tal como lo hace la luz, el color y la electricidad.

Cuando la energía vital surge así en el átomo, le proporciona la fuerza que atrae a otros seis átomos físicos ulterrimos dispuestos en una forma definida. Sin embargo, este elemento subatomico difiere de otros porque la energía que lo origina procede de Dios. Sin duda, las investigaciones de los químicos ocultistas, y antes de ellos, las de Edwin Babbitt, han permitido que se entienda mejor el modelo atómico propuesto por Lord Kelvin, así como la tendencia universal hacia las formas espirales en todos los reinos de la Naturaleza. Y es que de la misma manera que la integridad del anu depende de la voluntad divina, la manifestación de la espiralidad es la firma de Dios a su obra en permanente creación.

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