Para llegar a esa conclusión un equipo dirigido por el psicólogo David Orme-Johnson estudio mediante técnicas de diagnostico por imagen a doce personas sanos que practicaban meditación transcendental y a otros doce que no lo hacían.
La reacción de los primeros al dolor era entre un 40% y un 50% menor que la del segundo grupo. Sin embargo, tras cinco meses de aplicar la meditación a sus vidas, estos lograron los mismos resultados que el primer grupo.
Orme-Johnson aboga por realizar este tipo de estudios con otras técnicas de meditación o relajación que - como cree que sucede en este caso- minimizan el componente afectivo del dolor y logran así mitigarlo.
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